martes, diciembre 3

Centro de equinoterapia El Alba: más de dos décadas de trabajo y transformación

Son más de veinte personas, ocho caballos y hace más de veinte años que funcionan en la zona norte de la ciudad. De recorrer los consultorios explicando de qué se trataba a contar con el reconocimiento de la gente y de los profesionales.

En un momento de su vida, Silvina Sesler pudo confluir sus dos pasiones: el amor por los caballos y el amor por los niños y las niñas. Así fue que, hace más de 20 años atrás, decidió viajar a Buenos Aires a formarse. A su regreso, fundó lo que hoy es El Centro de Equinoterapia El Alba del que es su directora. “Llevamos 21 años en esto. Empezamos con un solo paciente y éramos dos docentes, así que lo que hacíamos era abordarlo desde el área pedagógica. El inicio no fue fácil porque era una actividad muy nueva. Los médicos o los terapeutas no sabían mucho de qué se trataba porque acá en Mar del Plata no existía y eso provocaba mucha reticencia. Todo el mundo creía que era dar una vuelta en caballito, nada más”, comienza diciendo Silvina.

El equipo con el tiempo se fue afianzando y se fue buscando darle más profesionalismo, así como formarlos en el área hípica. La directora agrega: “Nuestro desafío más grande era unir las dos cosas y saber por dónde, junto a Claudia Botta. O sea, teníamos que trasladar toda la parte terapéutica a la parte hípica también, porque se trataba de tratamiento con caballos. No fue fácil, pero logramos armar un súper equipo y, bueno, de a poco se fue incrementando la cantidad de chicos. Digo chicos porque al principio eran casi un 95 por ciento de chicos los que venían”.

-Contame algo de aquel primer paciente, ese chico que iba solo y abrió un poco la experiencia en Mar del Plata…

– Sí, Jony se llama. Todavía es nuestro jinete. Empezó cuando tenía 11 años y ahora tiene 30. Él llega porque la mamá trabajaba en la misma institución que yo. Entonces la directora nos contactó y su mamá estaba buscando hacía tiempo una terapia. Hicimos una entrevista en la casa y le dimos fecha para empezar. Me acuerdo que ese día que empezamos fue muy gracioso porque Jony no quería acercarse a los caballos. Los miraba por atrás de una pared por el pánico que le tenía. Bueno, al terminar el día no montó, pero sí terminó colgado con sus brazos en el lomo de caballo, relajado, disfrutándolo, tocándolo. Así que, bueno, fue muy gratificante e inolvidable, también.

– ¿Cómo eligen a los caballos? ¿Qué características tiene que primar para que puedan participar de las terapias?

– Bueno, en principio a los caballos los elegimos primero por su temperamento. Tienen que ser dóciles, mansos, pero no tontos. Tienen que ser fáciles de aprendizaje y tienen que responder a los ritmos que nosotros le estamos pidiendo. Entonces, están entrenados antes de subir a los chicos. No es que llega un caballo y enseguida se utiliza para la terapia, tiene un entrenamiento previo. A veces lleva meses entrenar un caballo para equinoterapia, hasta que vos decidís que está listo, que no se va a asustar de ningún grito ni de un pelotazo. O cuando los chicos les tiren de los pelos o le tiren alguna pelota o algo cerca de sus patas. Además, nosotros trabajamos en lo que es lenguaje y comunicación. Sofía, que es la encargada de enseñarles y fue la encargada de enseñarnos a nosotros también, los entrena para manejarlos con lenguaje corporal. Entonces, responden a una serie de señas estipuladas como el alto total, como el paso más rápido, sin usar la voz. Es lenguaje corporal que va manejando el auxiliar del caballo. Nosotros tenemos que confiar ciento por ciento en ellos. Te cuento que hay caballos que no responden y tienen una iniciativa propia, hay algunos que son bastante tercos y, bueno, ese caballo lamentablemente se va, no queda en el equipo terapéutico

Los caballos se adaptan y se entrenan para desarrollar la terapia. Si bien lo mejor sería poder criar directamente a los caballos desde potrillos, lamentablemente los costos y los tiempos no acompañan en la decisión. Así que, en El alba trabajan con caballos adultos, mayores de ocho años hasta que se vea que están enteros para seguir trabajando. Como dicen en el lugar, “Y luego se ganan una buena jubilación en el campo”.

– ¿Cuánto costó al principio para que se lo reconozca como terapia y comiencen los profesionales a derivar pacientes?

– Hoy tenemos un montón de derivaciones. Al principio solo nos enviaban del Fleming y del Garraham de Buenos Aires. Venían con la orden desde allá para realizar la equinoterapia en Mar del Plata en El Alba porque sabían que teníamos equipos interdisciplinarios. Acá se desconocía completamente. Hoy ya no, hoy tenemos derivaciones de distintos profesionales. 

– Como que existía un desconocimiento y un descreimiento de la práctica, ¿no?

– Eso, un descreimiento. Se pensaba: ¿en qué lo podría ayudar dar una vuelta en caballito? Se decía. Pero bueno. Nosotros también, hace bastantes años, hicimos un convenio con Inareps, entonces, más allá de lo económico, nosotros otorgábamos becas a personas derivadas de Inareps que los profesionales consideraban que esta terapia podría ser beneficiosa para ellos, a cambio de que ellos hagan un seguimiento de evolución en cuanto a lo que era el progreso en sus habilidades, dependiendo del diagnóstico. Y bueno, así fue como empezaron a ver un montón de cambios en los chicos a nivel psicofísico y a partir de ahí hubo un cambio. Nosotros también nos ocupamos de ir a cada consultorio de los médicos de los que ya venían con una carpetita. Me tomaba el tiempo en la sala de espera, esperando para que me atiende y me escuchen. Solo para eso, para que me escuchen y se enteren de lo que esto era.

-Cada caso es distinto, pero ¿cómo me podrías simplificar cómo funciona esta terapia?

– Bueno, en principio vemos qué es lo que trae cada una de las familias que viene. No viene solo un paciente, sino que viene una familia con sus dificultades, con sus esperanzas, con sus sensaciones, con sus miedos, esperando algo en particular. Nosotros tenemos que ver bien cuál es el objetivo que ellos tienen con respecto a esta terapia para sus hijos. Después de esto, nosotros les explicamos bien que acá el principal protagonista es el caballo. Porque el caballo tiene principios básicos que no tiene una pelota del kinesiólogo, que no tiene la hamaca de la terapista. Es como que se juntan todas estas herramientas en un ser vivo que es el caballo que, por su temperamento, por su ritmo, viste que el andar del caballo tiene un ritmo constante y frecuente; que por su temperatura que es más elevada a la nuestra, por su emular al andar humano, vos subís a una persona al lomo del caballo provocando diferentes sensaciones y estímulos. Esos estímulos se cuatriplican en relación al estímulo que se recibe en un consultorio, es decir que, si en un consultorio son 39 estímulos, por ejemplo, hostio articulares por minuto, en equinoterapia son 119. Y esto porque el caballo tiene este movimiento tridimensional, de arriba hacia abajo, a un lado hacia el otro, que hace que el cuerpo del jinete emule al andar humano. Entonces, esto hace mejorar el equilibrio, mejorar la marcha del jinete, la coordinación. Después, por otro lado, el hacia adelante y hacia atrás que hace con su marcha le genera dislocaciones pélvicas, esto quiere decir, ajusta la pelvis y la va movilizando, de adelante hacia atrás, hacia un lado, hacia el otro. Esto genera reacciones de enderezamiento y de equilibrio. Entonces, un jinete sobre el caballo que lo ves muy encorvado, con algunas dificultades de equilibrio, después de algunas vueltas a caballo logra enderezar su cuerpo. Cuando está bien derecho el cuerpo, mejora la respiración, porque se expande el diafragma, mejora el ingreso de oxígeno. También hay algunos jinetes que tienen algunas dificultades en este ámbito o que babean, bueno, esto disminuye muchísimo, mejora la respiración, se expande muchísimo todo lo que es el diafragma y mejora también aún más la postura. Igual ocurre con la temperatura, el caballo tiene una temperatura más elevada a la nuestra, al paso 38 grados o más. Esto hace distender la musculatura, distiende todos los músculos de las piernas, de la espalda. Al rato lo que se genera es una disminución de su rigidez muscular, generando una mejor postura de cuerpo, más relajado, y ahí se pueden trabajar un montón de otras cosas. Y ni hablar de la vinculación, el caballo tiene que interactuar todo el tiempo.

– ¿Cómo los eligen? ¿Siempre les toca el mismo?

– No, vamos cambiando. No cualquier caballo sirve para cualquier jinete. Porque por ahí, por el ritmo o por el movimiento que hace mejor es para unos o para otros, si es monta gemela o monta independiente, si es un niño con problemas conductuales, por ahí es mejor un caballo que le baje la intensidad de su conducta. Bueno, vamos eligiendo así.

En El alba hay ocho caballos trabajando para equinoterapia. Su función es primordial en la terapia y aseguran que el vínculo que se forma entre paciente y animal es sumamente intenso. Es tan cercano que muchos, con el tiempo, vuelven a conectar porque los chicos les piden a los padres que los lleven de regreso a “intentar conectar de nuevo”. Generalmente, dejan la terapia al empezar la adolescencia. “Por lo general, el momento en que dejan de venir es cuando empezaron de niños y al momento de empezar la adolescencia. En la adolescencia cambian los intereses, tengas una discapacidad o no. Entonces, ahí es como un momento de cierre, ¿no? Y después, cuando pasa este momento adolescente, por ahí más adelante, por lo general, o vuelven de visita o vuelven a empezar el tratamiento”, aclara silvina.

Silvina Selser se crió en donde funciona hoy El Alba. Teniendo los caballos y el espacio, aunque en un principio era más reducido, solo quedaba agregar parte de la pista e ir convirtiéndolo en un centro de equinoterapia lentamente.  En el inicio eran dos, faltaba conseguir los equipos para los caballos adecuados y todo se fue preparando de a poco. Al momento de la primera entrevista con la madre de Jony se pusieron el objetivo de empezar con el Centro en tres semanas. Era el año 2003 y el Centro de equinoterapia El Alba abría sus puertas con su primer paciente. “En agosto terminamos una etapa de formación que nos faltaba y el 20 de septiembre fue el primer día de El alba”, recuerda.

– Lograr que los profesionales recomienden y envíen pacientes fue algo duro, decías. Quiero preguntarte si eso se replicó con las obras sociales ¿o fue aún peor?

– Sí, con las obras sociales es todo un tema. Imaginate que, si al principio un profesional no derivaba pacientes a equinoterapia, ni hablar de que haya un reconocimiento de las obras sociales. Cuando autorizaron la primera, no lo podíamos creer, porque habíamos hecho 120 presupuestos antes de que autorizan esa primera. Fue muy largo. Todavía es un tema, porque nosotros tenemos un funcionamiento, una dinámica de lo que es nuestro trabajo donde hay profesionales en pista y ocho caballos que comen, que se vacunan, que les pasan cosas, porque son seres vivos, más forraje, más lo que es el mantenimiento del predio. Es decir, hay muchísimos gastos y el tema de las obras sociales, no quiero generalizar, pero casi todas tienen una carencia de pago de hasta tres meses y hay otras que es casi un año, ocho, nueve meses de demora en los pagos. Cuando te pagaron ya perdiste un montón de dinero o no pudiste pagar un montón de cosas y ya estás debiendo.

El Centro funciona los lunes a la tarde, martes a la mañana, miércoles a la tarde, jueves a la mañana y sábado todo el día. El resto es descanso para las más de veinte personas que trabajan en el lugar y para los ocho caballos. 

La equinoterapia genera resultados que trasciende lo convencional y que se convierte en una poderosa herramienta de sanación. Una experiencia transformadora que combina la nobleza del espíritu equino con la fortaleza del ser humano, demostrando que juntos buscaran superar cualquier desafío.