jueves, enero 23

El legado de Ernesto Tornquist en tres emblemas marplatenses

El empresario y financista participó de la creación de edificios emblemáticos de Mar del Plata. Algunos aún permanecen en pie. En esta nota, recordamos los principales aportes del hombre que descubrió la ciudad por un problema de salud y se fanatizó con ella.

Ernesto Tornquist (Buenos Aires, 31 de diciembre de 1842-17 de junio de 1908) fue un visionario que dejó su huella en la historia de Mar del Plata, que aún guarda entre sus construcciones fundacionales obras financiadas por el empresario que descubrió la ciudad a principios de 1800 por problemas de salud y se aquerenció en ella.

Emprendedor como pocos, el hombre a quien por estos días se evalúa reponer el busto que lo recuerda y que desapareció en la década del 60 fue clave para la consolidación de Mar del Plata como villa turística de la aristocracia argentina.

Durante sus días en Mar del Plata financió la construcción del Bristol Hotel, Plaza Colón y la Torre Belvedere, que más adelante se conocería como Torreón del Monje. Aquí un repaso de las tres principales obras del empresario.

El hotel de lujo real que no resistió el cambio de época

Durante la década de 1880 un grupo de empresarios estaba convencido de transformar a Mar del Plata en la Biarritz argentina y, hacia finales de dicha década, comenzaron a notar la necesidad de un gran hotel de lujo que albergara a las acaudaladas familias que aún no tenían su casa de veraneo.

Así, en 1887 Ernesto Tornquist junto a José Luro, Gastón Sansinena y Adolfo Dávila formó la Sociedad Anónima Bristol Hotel, con el objetivo de administrar un hospedaje reservado exclusivamente a las familias de la élite gobernante y propietaria de estancias que por entonces formaban parte del granero del mundo. En menos de un año, la Sociedad Anónima Bristol erigió en la manzana comprendida por las actuales San Martín, Entre Ríos, Corrientes y Rivadavia el Bristol Hotel.

Con entrada con vista al mar, la recepción, la sala de estar, el comedor y las 500 habitaciones lucían mobiliario de caoba, pisos completamente alfombrados, espejos y arañas imponentes de estilo francés. Los registros de la época dan cuenta que los empleados vestían uniformes con charreteras y botones dorados y algunos hablaban hasta cinco idiomas. Todas las noches había bailes animados por una orquesta y funcionaba una sala de juegos con punto y banca, ruleta y bar. Era el hotel más suntuoso del nuevo continente.

Oficialmente fue inaugurado el 8 de enero de 1888 con 300 huéspedes y una gran fiesta que reunió a las más renombradas personalidades de la época. De la celebración inaugural participaron, entre otros, Dardo Rocha, gobernador de la Provincia junto a su familia; el vicepresidente Carlos Pellegrini, el gobernador Máximo Paz, el expresidente Bartolomé Mitre. Incluso, de acuerdo lo que publicó la Revista Caras y Caretas, también estaba Nicolás II, entonces príncipe heredero al trono ruso.

En el acta de inauguración, que contó con la firma de todos los asistentes al evento, Nicolás II eligió no usar sus títulos nobiliarios y rubricó el documento simplemente como Nikolái Aleksándrovich Románov.

La masividad del automóvil en los comienzos del siglo XX hizo que la oligarquía abandone de a poco el Bristol Hotel y construya sus propias villas de veraneo en la loma de Stella Maris. Esto, sumado a la crisis económica conocida como la Gran Depresión o crisis del 29, hizo que el turismo aristocrático concluya abruptamente y la clase media comience a ver a Mar del Plata como un destino turístico posible.

El Bristol sobrevivió a la Década infame y realizó su última gran cena el 16 de junio de 1944. Luego del cierre, la inmobiliaria Peracca S.A. se encargó de la subasta del mobiliario, los adornos y otros objetos.

Durante ocho semanas la firma subastó todos los muebles y elementos decorativos del edifico modelo del turismo aristocrático de Latinoamérica. También se subastaron los tres edificios que comprendían el establecimiento, que fueron adquiridos por diferentes  inmobiliarias y constructoras y demolidos para la construcción de edificios residenciales de propiedad horizontal.

Una Plaza, un monumento y un parquizador de lujo

A principios de 1900, Tornquist ya tenía su Mansión en lo que hoy conocemos como Arenales y Av Colón. Frente a la construcción solo había un predio ocioso que Tornquist pensó era propicio para una gran plaza. Entonces, realizó los trámites de rigor y, tras obtener las autorizaciones pertinentes, contrató Carlos Thays para que diseñe el parquizado de Plaza Colón, una de las denominadas plazas fundacionales de Mar del Plata.

El espacio verde fue diseñado por el francés y financiado además por  Carlos Casares, V. Peluffo y el ingeniero Nicolini y se inauguró el 18 de febrero de 1900. El evento congregó a una multitud que se acercó para presenciar el acto inaugural del nuevo atractivo recreativo, ubicado a metros del mar y que, además, contaba con una escultura que rendía homenaje a Cristobal Colón.

De acuerdo a las crónicas de la época, durante el acto pronunciaron discursos Ernesto Tornquist, el intendente “Sr. Plaza” y Francisco Lemmi, presidente de la asociación Giuseppe Garibaldi. 

El monumento ubicado en la plaza homónima a Cristóbal Colón, fue realizado por el escultor italiano Ezio Cecarelli. “La concurrencia llenaba por completo la plaza desde mucho antes de la hora señalada para le ceremonia”, dicen las crónicas de la revista Caras y Caretas.

La Plaza Colón contaba además con una réplica de la Torre Eiffel, que era, en realidad, un molino que se utilizaba para proveer de agua a un sector de la ciudad

El 12 de mayo de 1899, Ernesto Tornquist, Arturo Z. Paz, Pedro Bonoit y Martin Biedma presentaron a la municipalidad un proyecto de Carlos Thays para reformar el sector comprendo entre la rambla Pellegrini, el comedor Bristol y la plaza Colón. Algunos años más tarde, ese sector se convertiría en el paseo General Paz.

La torre que se convirtió en la postal de Mar del Plata

En 1927, Tornquist ya estaba instalado en Mar del Plata como un residente regular y encargó la construcción de una torre con vista al mar al arquitecto alemán Karl Nordmann, que realizó un edificio que remontaba a la época medieval y denominaron Torre Belvedere.   

Inaugurado en 1929, se transformó en la sede del Pigeon Club local, un aristocrático espacio en el que se practicaba el tiro a la paloma, deporte preferido por la aristocracia que solía veranear en la villa balnearia. 

Tiempo después, un picapedrero italiano encontró un cofre entre las rocas cercanas al Torreón, en donde dicen que se hallaba un papiro en el que se relataba la historia de amor fallida del soldado Alvar Rodríguez y Mariña, junto con un plano y 50 monedas antiguas. Entonces Tornquist, que ya pensaba en que un edificio de las dimensiones del Belvedere necesitaba una leyenda, aprovechó la oportunidad.