Hace cuatro años realiza trabajos en piedra en la denominada escollera del León. Su último trabajo popular fue un monumental Poseidón. Ahora trabaja en una escultura para homenajear al Dibu Martínez.
“Acá quiero poner un Poseidón, que salga del agua así el agua le pega cuando rompan las olas”, decía hace dos años a 0223 Marcos Curioni, el hombre que transformó el lado b de la escollera sur que denominó “Escollera del León” en un museo a cielo abierto en constante modificación.
Como si se tratase de un curador de arte, Marcos muestra sus obras y explica cómo recorrerlas mientras repasa su historia. El Poseidón tallado en Piedra Mar del Plata con su tridente, corona y una red de pescador finalmente fue emplazado como un guardián del lugar. A metros, el león que dio nombre a la escollera cuida las obras en acrílico y, un poco más alejado, sobre la escollera se erige el “Emperador Mazzarello” con su corona de laureles. en el “patio taller”, una piedra en proceso de convertirse en una escultura de Emiliano “Dibu” Martínez aguarda para continuar con la metamorfosis. “Empiezo por la cara y si queda parecido sigo con el cuerpo”, dice entre risas.
La relación de Marcos con el arte se remonta a su niñez en el puerto de Mar del Plata. Cuando tenía ocho años, su abuelo -que vio el potencial que tenía para el arte- lo llevó a un taller de dibujo barrial. Una tarde, mientras realizaba un ejercicio de naturaleza muerta con grafito, la profesora se acercó y le consultó sobre un detalle negro. “Es una mosca, estaba en el jarrón y la dibujé”, le respondió. Sin poder ocultar su sorpresa, la profesora le señaló que tenía una tendencia al arte japonés. Ese sábado, cuando su abuelo lo fue a buscar, le dijo que no quería ir más a ese taller. “Lo que no me gustó fue que me encasille”, explica treinta años más tarde.
Pese a esa experiencia en el primer acercamiento académico, cuando terminó la secundaria, Marcos, pese a la negativa de sus padres, quiso probar suerte en la Universidad Nacional de Bellas Artes. Rindió libre, los profesores le marcaron que había puntos a mejorar y le recomendaron que vuelva a intentarlo el año próximo. Lo hizo, pero tampoco ingresó, entonces abandonó la idea de profesionalizarse académicamente en el arte y decidió volcarse al estudio autodidacta. Leía todo lo que podía sobre la Historia del Arte y técnicas de pintura y se fascinó con Leonardo da Vinci y Rembrandt.
Para sobrevivir, Marcos se convirtió en navegante y, en plena crisis del año 2000, como tantos otros se fue a España, donde trabajó como guardavidas. A su regreso a Mar del Plata retomó su antiguo oficio hasta que, hace cuatro años, la empresa Arenera que está en la la Escollera Sur le ofreció un empleo como sereno con una pequeña vivienda a orillas del mar. Cuando vio las instalaciones no dudó y aceptó la oferta.
”Está en la de él, vive como quiere”, comentamos luego de terminar las fotos y la caminata eterna sobre la arena. Antes de irnos, entre foto y foto, Marcos nos comenta que realizó proyecciones gratuitas de películas en su “patio”, pero le dijeron que necesita un permiso para poder continuar con la iniciativa
Convencido que el arte debe ser libre, Marcos sueña con que su espacio sea un Museo a cielo abierto en el que todos puedan disfrutar de su obra. Pero, consciente que su arte está emplazado en inmediaciones de su lugar de trabajo y, en vistas de la masividad que tomó su trabajo que este último fin de semana largo tuvo gran afluencia de visitantes e incluso un guía para que los turistas puedan llegar a Poseidón, el picapedrero puso horarios de visita: todos pueden ir, pero de lunes a viernes pueden visitar el espacio desde las 15 “porque hay máquinas trabajando y puede ser peligroso”
Hace dos años, Marcos recordaba que un reconocido escultor de la ciudad le dijo que la piedra Mar del Plata no se puede esculpir, porque por su composición se desgrana fácil o se quiebra. Entonces se propuso demostrar -como todo lo que realiza, que hay otra forma de hacer las cosas fuera de lo que indican los libros.